¿Qué se siente estar enamorado?
Hoy desperté y miré hacia un lado lado. Estabas tú con aquel típico antifaz oscuro que te pones en los ojos para bloquear la luz y que te permite dormir. Estaban tus labios brillantes, suaves y desnudos apuntando—como siempre— hacia arriba, hacia el cielo, e inevitablemente sentí una atracción inmensa por juntarlos con los míos, por recorrer la típica silueta que siempre los ha caracterizado, como si quisieran abrir sus alas y volar, como si hubiesen estado ahí encerrados un muy largo tiempo, esperando a que yo llegase para liberarlos. Me atrevo; lo hago despacio, con el afán de no despertarte. Y tu duermes junto a mí, muy probablemente soñando en la suntuosidad de aquel palacio azul del que me contaste durante el crepúsculo de aquella tarde. . . justo en el lugar que nostálgica me dijiste: " este es el pueblo que me vió crecer ".
Acaricio las abundantes olas de cabello oscuro que gruesas caen por la pendiente de tu cuello y por las curvas de tus hombros, salpicados, esos que alguna vez te dije: "los quiero acariciar". Y tú piel de luna resalta con la espeso de esa mata negra que de vez en cuando jalo hacia mí, consumido por el febril deseo de tu cuerpo húmedo.
¿Has sentido el vértigo en tu estómago cuando haces un descenso abrupto, por ejemplo, en un elevador? Entonces, si me preguntas: ¿Qué se siente al estar enamorado? Yo te respondería que es como punzantes intermitencias de esa sensación, justo en el pecho, como si existiese una suerte de extraño y palpitante impulso de tenerte por siempre junto a mi. Acaricio nuevamente tu cabello, y te susurro: " Te amo ", y de pronto vuelves de aquel profundo sueño en el que habitas, para tan sólo responderme: " Yo te amo más ".