BREVE HISTORIA DE UN MILLENNIAL
Nací en el primer lustro de la década de los 1990. Tengo vagos recuerdos de la primera infancia. Las mujeres jóvenes lucían rizos esponjados de pelo que adornaban con flequillos curvos que se hacían enroscando los mechones de cabello en las botellas de fijador para el cabello, luego se adornaban las orejas con grandes aretes circulares de argollas que colgaban llamativamente. La vestimenta que usaban era mayormente holgada y de colores llamativos, algo así como lo que hoy en día llaman aesthetic. Se escuchaba Selena quintanilla por todos lados y la música hip hop parecía estar también de moda, al menos acá por estos rumbos, acá por el lejano y tosco norte de méxico. Las canciones que sonaban en la radio se grababan en cassettes esperando que no hablara el locutor. También, la cultura chola era común; entonces, se acostumbraba a escuchar música hip hop y los jóvenes acudían a citas grupales en las esquinas como perteneciendo a una especie de banda a la que llamaban barrio y que luego bautizaban con un nombre pretencioso. A veces había peleas entre barrios; los jóvenes lo aceptaban, era la moda, pero los adultos lo reprobaban. El peso tenía varios ceros y de repente ya no. Se quejaban que todo era caro, igual que ahora, pero como siempre, siempre había frijoles para comer. No había redes sociales y los teléfonos celulares, al menos por estos rumbos, eran asunto de personas con un estatus social alto. Si se quería acceder a la información, se tenía que encender la radio o la televisión, tal vez leer el periódico. Para comunicarte en la distancia había que usar el teléfono, si no, se usaban cartas, siendo casi utilizadas en su mayoría por las personas de mayor edad. También, en general, parecía haber un poco más de valores y respeto en aquellas épocas, aunque, en contraparte, existía una fuerte violencia y opresión hacia las minorías. Aún predominaba el ideal tradicional del siglo XX: casarse, formar una familia, tener casa, pocrear hijos, tener un perro, envejecer, tener nietos y lo que sigue; entonces, el entorno inmediato ideal era centralmente familiar. Aún era posible, con esfuerzo, comprar una casa o construir una. Entonces, era la vida más simple y parecía haber más tiempo disponible para todo y todos.
Pasaron los años, llegó el nuevo siglo, entré en la adolescencia. Los peinados de los varones adolescentes eran en su mayoría con los cabellos erizados y se utilizaba mucho ese peculiar peinado, el llamado coloquialmente "mango chupado". Llegó también por aquel entonces ese ritmo pegajoso que se escucha hasta el día de hoy y que le llaman Reggaeton. También comenzó a hacerse común el género musical de la electrónica. Luego, a principios del dos mil, la música comenzó a consumirse en discos compactos o CDs que se reproducían en aparatos llamados Walkman, dejando de lado los viejos cassettes. Por aquellos años ocurrió el boom de los teléfonos celulares, todos querían y compraban uno; al principio, eran relativamente grandes, con pantallas totalmente azules o verdes y sin contenido a colores, poco después, los celulares se fueron reduciendo de tamaño y fueron adaptados con pantallas a colores; pronto después, imágenes, videos y música se intercambiaban entre esos dispositivos, primero por un mecanismo llamado infrarrojo y después por Bluetooth. Esos teléfonos evolucionaban rápido; en cuestión de meses los nuevos modelos quedaban obsoletos. Primero no tenían cámara fotográfica, luego se podían adaptar cámaras externas, después con cámara integrada, luego contaron con capacidad para reproducir música, después, los más nuevos, podían acceder a internet. También, las consolas de videojuegos se hacían cada vez más complejas. Por otra parte, el internet comenzó a hacerse más común; primero en los llamados cibercafé, después en los domicilios particulares; entonces el acceso a la información era mucho más fácil y la radio y la televisión ya no eran los únicos medios para tener contacto con el mundo de la localidad externa. También, por aquellos tiempos, surgían los prototipos digitales de lo que hoy son las redes sociales modernas; messenger, my space, metroflog. Este último muy de moda entre los adolescentes de aquellas fechas; ¿Me firmas mi metro? Una pregunta habitual entre la juventud pre-adulta de aquél entonces. Poco a poco los ordenadores se hicieron más comunes en los hogares, hasta que comenzaron a aparecer habitualmente las laptops. Así pues, comenzaba una fuerte etapa de transición entre un mundo simple y tradicional a uno complejo y digital. El entretenimiento de la infancia y juventud pasaba de centrarse en pasar tiempo en la calles, a gastar cada vez más tiempo en los medios electrónicos. Los valores e ideales del siglo pasado permanecieron en un inicio, pero gradualmente hubo una ola avasalladora de cambio que los degradó debido principalmente al auge de las nuevas tecnologías. Luego, en consecuencia, las arcaicas estructuras socio económicas del anterior siglo fueron cayendo paulatinamente.
Pasaron años, pasé mi segunda juventud y llegó la etapa adulta. Tengo alrededor de treinta años. Me despierto cada día con depresión. Lo primero que hago por las mañanas es revisar mi teléfono celular, perdiendo minutos o inclusive horas deglutiendo contenido basura y pornografía ligera arrojada por el internet y las redes sociales. La ansiedad es parte de mi rutina habitual. Sobre pienso las cosas más simples. Navego constantemente en la posibilidad de perder mi empleo actual y me devora la incertidumbre por el futuro; ya no existen los esquemas de jubilación y hoy en día es más difícil que nunca acceder a una vivienda digna o a un terreno para construir una casa. Estudié una carrera y varios posgrados y aún así predomina la fuerte frustración por la carencia de buenas oportunidades laborales y de emprendimiento. La ansiedad es mi pan de cada día y las deudas financieras inundan mi barra de notificaciones. Hoy en día las relaciones amorosas vienen incluidas con una fecha de caducidad, justificadas totalmente con un típico "nada es para siempre". Nadie quiere compromiso y el que lo quiere es un raro anticuado, no se diga de aquél que quiere una familia y un hogar común. Relaciones pasajeras de una noche y máximo tres meses es lo más común. Las tendencias de moda y música son efímeras. El comportamiento de las personas es más manipulable que nunca. Hay muy poca gente con capacidad de pensamiento crítico. Todos son esclavos de los teléfonos celulares a grado que controlan cada aspecto de la vida; finanzas, entretenimiento, comunicación, etc. Si, es cierto que hay más libertad de expresión que nunca, pero resulta que tal libertad está limitada por aquellos mismos que pugnan por ella; hay que tener supremo tacto en cómo y cuándo decir las cosas, hay que tener cuidado de no ofender a alguien. Las minorías gozan de mayor libertad que nunca. La comunicación es instantánea con cualquier persona en cualquier parte del mundo. La radio y la televisión han quedado prácticamente obsoletas; es la era del internet y prácticamente se accede a todo a través de él; la música y el entretenimiento se consumen en plataformas digitales y redes sociales. El planeta presenta un futuro incierto; cambio climático y calentamiento global progresivos imponen una inminente cuenta regresiva para la estrepitosa catástrofe. La colonización del espacio exterior inmediato comienza a dar sus primeros pasos; pareciera ser que en lugar de corregir, nos vamos preparando para salir de este lugar que ha sido nuestro hogar durante miles de años. Tendemos al caos y lo aceptamos. Así mi mundo, así los tiempos de un individuo que pertenece a una jodida generación frustrada.